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Pequeños volcanes en erupción. Qué hacer cuando los niños y adolescentes se enojan.

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“Ahora mismo te compro el chocolate, pero párate y no llores más, mira que todo el mundo te está mirando, ¿no te da vergüenza? ¡¡¡Levántate ahora mismo!!! (gritando).”






Una perreta o pataleta en público es lo que menos un padre desea. Suspiramos aliviados si no hay nadie a nuestro alrededor o buscamos la manera de hacerles ver a otros que sí sabemos cómo manejar a nuestros hijos, poniéndoles mano fuerte porque se les ocurrió gritar y lanzarse al suelo en una tienda para que les demos lo que quieren. Les llamamos malcriados, groseros, consentidos, les damos lo que pidieron para que ya se calmen o les gritamos, porque la ira también a nosotros nos hace sentir fuertes y en control de la situación. Y si por casualidad a algún extraño se le ocurre hacer un comentario fuera de lugar, nos llenamos de rabia y ya tenemos suficiente para que ese no sea el mejor de nuestros días.


Aunque en los primeros años de la vida son comunes las perretas y la agresividad física, haciendo que los niños golpeen, muerdan, empujen o den patadas, la frustración no solo se manifiesta de esta manera. A medida que el niño va adquiriendo mayor dominio del lenguaje verbal comienza a usar las palabras para herir. Es entonces cuando dicen que nos odian, nos gritan e insultan. También pueden expresar su enfado lanzando puertas o rompiendo aquello a lo que puedan echarle mano.


¿Por qué se enojan algunos niños y adolescentes tan frecuentemente? ¿Cómo evitar que se llenen de ira? ¿Qué hago para que se calmen cuando pierden el control de sí mismos y nada parece funcionar? ¿Es normal que un niño sienta tanto enojo? ¿Necesito llevarlo a un psicólogo? Estas son algunas de las preguntas que se hacen los padres de niños que se enojan frecuentemente.


La respuesta depende de muchos factores, tales como la edad del niño, sus experiencias de vida, la manera en la que los padres u otros adultos importantes ejercemos la autoridad y expresamos nuestras emociones, y, definitivamente, de qué manera reaccionamos ante los desbordes emocionales de nuestros hijos.


En mi curso Pequeños volcanes en erupción, cuando la ira se apodera de nuestros hijos respondo cada una de estas preguntas y explico por qué es tan difícil para algunos niños y adolescentes inhibir sus emociones o expresarlas de manera saludable, basándome en los estudios del cerebro que se han hecho hasta este momento.  También explico cuándo es necesario pedir ayuda profesional.


Algunas de las más de 25 estrategias que comparto en este entrenamiento para padres están relacionadas con escoger o modificar la situación para evitar que los niños lleguen a perder el control de sus emociones. Escoger la situación sería, por ejemplo, decidir que no quieres hacer una cita de juego con el niño que molesta a tu hijo en la escuela y preferir hacerla con su mejor amigo. Modificarla sería guardar la muñeca preferida de tu hija antes que llegue su amiguita si sabes que la invitada querrá jugar con ella y a tu hija le será difícil prestarla, evitando así un conflicto. Así mismo, si cada día llora y se muestra irritable media hora antes de ir a dormir, una manera de modificar la situación sería costándola más temprano.


Desafortunadamente, no siempre es posible escoger la situación o modificar el ambiente que desencadena emociones intensas de ira o enojo. Por eso es necesario usar otro tipo de estrategias que les ayuden a ser más conscientes de sí mismos y le permitan actuar antes de que la emoción tome fuerzas o a disminuir su intensidad una vez que la han sentido en toda su magnitud.


De todas formas, los adultos tenemos la capacidad y la responsabilidad de acompañar a nuestros hijos en su malestar emocional y de enseñarles a manejar emociones fuertes de la misma manera que les enseñamos muchas otras habilidades para la vida. Podemos continuar tratando de eliminar cada desborde emocional de la misma manera que se apaga un fuego o reflexionar y encontrar estrategias centradas en soluciones a largo plazo.

El tiempo que dediquemos a aprender nosotros mismos estas habilidades y a practicarlas con ellos, se traducirá en una mejor relación con nuestros hijos y en un ambiente familiar más agradable y libre de conflictos y frustraciones. Te invito a que comiences hoy a formar niños saludables emocionalmente que puedan convertirse en padres que también sean capaces de educar niños felices y ajustados emocionalmente.


Lillian Matutes

11 de febrero, 2025.

 
 
 

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